-------------------- El Viajero ----------------

Nacido en Pamplona, capital del viejo Reyno de Navarra. Con 25 años, para algunos muy tarde para algunos muy pronto... decidí varias cosas: Me encontraba inmerso en un estilo de vida que no me satisfacía plenamente, ya que daba igual que tuviera 25 años o que tuviera 50, iba a seguir haciendo lo mismo, y con lo mismo para contar cada día. Así, que empaque la mochila ... y partí un día 6 de octubre de 2005 hacia Buenos Aires, donde empecé algo... que no se cuando acabará. Mi objetivo principal es VIVIR, y a la vez, sentirme vivo. Viajar... una forma de vida. No consiste en llegar a un lugar, sino disfrutar de cada segundo del camino, cada lugar, cada persona, cada grano de tierra, cada atardecer como si fuera el último y el más lindo... Y en eso consiste mi viaje, no llegar a ninguna parte... vivir viajando; al fin y al cabo, VIVIR. Y desde aquel momento, me considero la persona más feliz del mundo, con una riqueza inmaterial que nadie me puede quitar y nadie puede comprar, que no depende de nadie. Como una vez leí, las cosas verdaderamente buenas de la vida, no son cosas ni tienen valor. Aprendo, vivo y disfruto; entonces ¿por qué parar de viajar?
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domingo, febrero 11, 2007

Buscando Ovnis

"Una tajadura heróica en la masa montañosa, pero tan breve, que aquello no es sino un torrente con dos orillas verdes. Y esto tan pequeño, puede llegar a amarse como lo perfecto". G. Mistral.

La IV región de Chile es conocida por su capital La Serena, que se ha convertido en el segundo balneario más visitado del país, tras Viña del Mar. Pero no solo eso, quizás más importante todavía es "El Valle", con el que todo el mundo entiende "el valle del Elqui". Éste lugar tiene montes áridos, valles verdes, y fábricas de Pisco; y además, unos cielos que dicen son los mejores del mundo para observar el universo gracias a su pureza y a su escasísima nubosidad anual, razón por la que hay varios observatorios internacionales. En cuanto a lo cultural, en este valle nació Gabriela Mistral, premio Nobel de literatura. Y si fuera poco todo esto para visitar la región, además son incontables las historias de gente que ha visto ovnis por el lugar, y que definen el lugar como un centro de energías. Así que aquí vine.

Pero no fue fácil, ya que tras salir de Limache, fui poquito a poco viajando hacia el norte por la Panamericana. Así llegué a Los Vilos, un pueblo del que no se sabe si su nombre viene del corsario Lord Willow que naufragó frente a sus costas, o del vocablo local "vilú", que significa serpiente, muy abundante en el lugar).

Ahí estuve un buen rato haciendo dedo, observanto mi alrededor y maravillado por lo que puede cambiar el paisaje dentro de un mismo país. Recuerdo los bosque del sur, y la famosa frase de Neruda "Quien no conoce los bosques de la Patagonia Chilena no conoce este planeta". Y ahora, me encontraba en un entorno árido, en el que una sombra o una zona verde es algo dificil de encontrar.

Ya estaba mirando a mi alrededor para acampar, cuando un auto me paró. El dueño, lo había comprado ese mismo día en Santiago, y viajaba hacia La Serena, asi que de de estreno. AL conductor fué inútil intentar convencerle de que es bueno rodarlo, y no ir a 160km/h el primer día... pero bueno. Llegué, obviamente, rápido al cruce en el que dormiría junto a una estación de servicio.

Al día siguiente, viajé en un coche que todavía no estaba ni estrenado, ya que el conductor era el dueño de una automotriz y llevaba el coche a su comprador. Parece que estaba de suerte al viajar en autos nuevos!! Me dejó en la entrada del camino que va a Valle del Encanto, mi objetivo. Eran 4 kms, que los hice en el coche de un arqueólogo (para qué caminar si pasan coches!!!!).

Este valle verde, en un entorno tan árido, parece realmente encantado, y así parece lo pensaron también los antiguos pobladores hace más de 4000 años. Éstos adornaron el valle con pictografías, petroglifos y piedras tácitas. Cada piedra era un tesoro por descubrir, aunque dependía mucho de sol; y yo, con un arqueólogo fanático del tema a mis servicios!!! A veces, como no se ven muy bien, y están bastante mal conservada, uno no sabe si ve un pictograma o una mancha en la piedra. Además, el paso de los años, no ha ayudado....

Y como el Valle Encantado no tenía mucho más, me lancé a la aventura de intentar llegar al Monumento Nacional Pichasca, que es un bosque petrificado. Llegué rápido, viajando como más me gusta, en el cajón de una camioneta, con el aire golpeándome la cara, y disfrutando del paisaje sin un vidrio de por medio. Y sí, también bajo un sol de justicia.

El bosque, tenía sus cosas, pero no era tan espectacular como esperaba. Quizás por todas las piezas que fueron robadas hace años. Un tipo del pueblo me contaba como antes iba con su mula al bosque, se llevaba unas cuantas piezas, y luego las cambiaba por unos pantalones y unas zapatillas. Lo más bonito para mí, fue el ealero en el que antiguamente vivían los pobladores, y que más tarde fue utilizado por los pastores como refugio en sus traslados de rebaños, principalmente cabras, las cuales -todo sea dicho- están recontradelgadas!!!

El paisaje en este valle del río Hurtado, es peculiar. Sus laderas de arena, áridas, seca, ... y el valle verde, y sembrado, que se convierte en su única fuente de ingresos.

Costó salir. Tras dormir en el campo de fútbol del pueblo, bajo un cielo con incontables estrellas, me puse a hacer dedo a las 9 de la mañana. En todo el día pasaron 5 autos, que llevaban en total más de 30 personas... Finalmente, un auto, a las 19.15 tenía lugar para llevarme a mi lugar de destino, Vicuña.

Llegué de noche a la ciudad que vió nacer a Gabriela Mistral, y tras acampar en el jardín de un hospedaje, mis nuevos vecinos me convidaron a la cena. En esta ciudad estuve 3 noches, una de las cuales aproveché para visitar el Observatorio Astronómico Mamalluca. Y es que, dicen que acá están los mejores cielos para observar las estrellas; esa es la razón de que haya numerosos observatorios astronómicos de agencias europeas y norteamericanas en los diversos cerros del valle. Algunas visitas más, como al museo de Gabriela Mistral, y a la Planta Pisquera Capel. Para acabar mi estancia en Vicuña, el domingo, hubo fiesta de música con agua. La música, obvio, reggeaton.

El lunes, viajé hacia valle adentro. Pasé por Monte Grande, donde están los restos de la Premio Nobel, para en este mismo punto tomar el desvío por el valle de Cochiguaz. Un valle místico, con numerosos centros naturistas y de retiro espiritual. SIn un pueblo como tal. Yo andaba buscando eso, tranquilidad. Pero, producto del progreso humano, no encontré ningún lugar para acampar cerca del río. Todo privatizado con cercas. Y no era cuestión de acampar apartado del río, donde no hay agua, ni sombra, ni... Como ejemplo del misticismo del valle, el nombre de la proveeduría y almacén del valle: alma-zen.

No me convención, y volví a Monte Grande para seguir hacia el otro valle, a la ciudad más grande del valle: Pisco Elqui. Antes se llamaba La Unión, pero para promocionar la bebida típica de Chile, y producida en el valle, se cambió el nombre a Pisco Elqui. No hay mucho que ver y hacer... a no ser que sea carretear. Y es que los masificados campings, con gente por todos los lados, eran un rebosadero de gente jóven buscando fiesta. Andaba buscando tranquilidad, así que al día siguiente seguí camino.

Seguí por este valle hasta el final, parándome al final en Horcón. Un pueblito, en el que sobre todo hay artesanos. Enclavado en un valle entre altos cerros, bajo el sol, y donde por fin encontré un lugar para acampar junto al río, y sin pagar. Y la onda del lugar era bárbara... Con dos buenos amigos, que trabajan en un comercio, "La Capilla", pasaba el día entero. Sin hacer mucho, más que descansar, y comer... y poco más. Pero el calor tampoco ayudaba. Así que así pasaron los días, con mis amigos Andrés (el alto), y el Gran Andrés (el rey de los bongos).

Me hubiera quedado un par de semanas más ahí aislado del mundo, pero finalmente llegó el momento de volver a la civilización, más concretamente, a Coquimbo, donde la Yenni y su madre me esperaban con la puerta de su casa abierta.

Nuevamente, costó llegar pero llegué. Y para irme del valle de Alcohuaz, lo hice como más me gusta, viajando en el cajón de una camioneta, viendo el paisaje en su máxima amplitud, despidiéndome de él como quien parte en un barco de un puerto. Y me fui... sin ver ovnis, pero con unos extraños 8 puntos marrones en el brazo que no se que son: no son picaduras, no son manchas, no son... qué son??

Ah, y sobre el misticismo del valle, una cosa más. Todos dicen, "yo no creo en estas cosas", pero acto seguido te cuentan "algo extraño" que les pasó...

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