El pueblito en sí, no tiene mucho (aparte de "Salsa Brava", la que dicen que es la mejor ola para surfear de Costa Rica). Así que alquilamos una bici y nos fuimos hasta el final de la carretera costera, Manzanillo, donde se acaba la carretera y tras un parque natural uno estaría en Panamá. Con la bici agusto... viendo pájaros, paseando sin prisa, parando en alguna playita...y llegando a Manzanillo, donde lo primero que hicimos fue sentarnos en una mesa con dos locales de unos 65 años, y jugar al dominó. Pensábamos que nos iban a dar una paliza, pero llegamos a ponernos 6-4... para finalmente perder 10-6. Bueno, la pasamos bien... y seguimos nuestro camino. A la vuelta, tuvimos la gran suerte de ver un Perezoso en la rama de un árbol, y tras estar un buen rato intentando fotografiarle la cara... vimos que su nombre está muy bien adjudicado.
Al día siguiente, ya tocaba cambiar de país, y nuestro destino fue Panamá, al que llegamos tras cruzar caminando un puente que antes era para el tren, y sobre el cual habían puesto un par de maderos mal puestos para intentar "facilitar" el paso humano. Sin embargo... nada más lejos que facilitarlo!!! En fin, que llegamos, y nuevamente un país diferente. Para empezar, subirnos a un bus y descubrir que en los buses de Costa Rica no ponían música, pero en Panamá... nuevamente como en el resto de Centroamérica, pues sí. En este caso Aventura, bachata a todo volumen...
Y llegamos a Almirante, pueblito costero en el que se consiguen lanchas para cruzar al archipiélago Bocas del Toro, que era nuestro destino. Y para cruzar, nada de transporte cotidiano. Un chino, con su balsa llena de mercancías nos ofreció llevarnos por unos dólares... y ahí fuimos. Aunque luego, como no hablaban casi castellano, casi no nos entiende en qué isla queríamos quedarnos y casi nos deja en la de enfrente. Pero bueno, no hubo drama y llegamos a Colón, donde nos alojamos en un hostel... de unos catalanes, ahí sí que no había problemas de idioma.
Teníamos ganas de llegar a Ciudad de Panamá, donde Oscar, pamplonica y amigo de Isaac nos esperaba en su casa. Así que como en Bocas, si no quieres jugarte el tipo surfeando sobre unos corales, tampoco hay nada "excepcionalmente" interesante para hacer (no digo que no haya cosas, y capaz con más tiempo pues hubiera echo más cosas), pues agarramos un tour por las islitas de la zona. Y eso, vimos unos delfines, luego hicimos un snorkel sobre un coral... para acabar en la Playa de la Rana Roja. Y flipando con estos animalitos...
Y mientras estuvimos en esta isla tan tradicional, en la que está prohibido incluso caminar sin camiseta (por no citar las prohibiciones de la foto) conocimos a un matrimonio de Mañaria, y nos pusimos a charlar con ellos por eso de la afinidad geográfica. Y resultó, que ellos también se iban a ir de la isla en una dirección parecida a la nuestra, y además tenían un carro alquilado esperándoles en Almirante. Nos ofrecieron llevarnos y nos faltó tiempo para aceptar. Así que al día siguiente, temprano nos llevaron en carro, atravesando el país casi de oceano a oceano, por una carretera muy castigada por riadas, deslizamientos de tierra y derrumbes producidos por la lluvia. Y ahí nos dejaron, en David.
Nuestra idea era subir el Volcán Barú, monte más alto de Panamá. Pero resulta que todo está nublado y llevamos 10 días, que sale el sol por la mañana y llueve por la tarde, así que no era lo que más nos apetecía. Aconsejados por más gente, decidimos hacer una travesía de unos 10 kilómetros, por el sendero llamado Sendero de Los Quetzales. Como dato, diré que la noche anterior habíamos cenado bien (un pollito asado por nosotros mismos, con papas y cebolla), y que habíamos desayunado huevos revueltos con tostadas y demás. Pero a partir de ahí, todo se nos fué complicando, ya que fuimos enlazando lancha, con coche, luego con el bus a Cerro Punta, sin ver ningún supermercado y sin poder comprar nada más que las gallegas que llevábamos encima. Con lo cual nuestro almacén de alimentos se limitaba a unos consomés.
Pero bueno, eran nada más que 10 kms, y lo podríamos soportar... o eso creíamos. Para empezar, desde donde nos dejó el bus hasta la entrada del parque en Cerro Punta, son 6 kilómetros cuesta arriba. Cuando llevábamos 5, nos encontramos con el guardaparques jefe, y nos dijo que no podíamos pasar, porque ya era muy tarde (la 1 y media), y porque el sendero estaba muy mal y se prohibía la entrada. Nos sentó como una patada en los huevos, pero le dijimos que íbamos a subir por lo menos hasta la entrada del parque y ahí veíamos si acampábamos (para lo que cobraban 6 dólares por persona). Nuestra idea, claramente, era colarnos. Pero nos encontramos con el otro guardaparques que estaba ahí. Nos dijo que no podíamos pasar (o sea, lo mismo); y le empezamos a rebatir diciéndole que eramos montañeros en España, federados, que teníamos seguro, que bajo nuestro propio riesgo, que llevábamos todo el equipo de emergencias necesario... y aceptó, siempre y cuando firmáramos una hoja aceptando que entrábamos bajo nuestro propio riesgo.
Pagamos 5 dólares (porque de eso sí que no te salvas), y nos explicó los "peligros". Básicamente, un derrumbe de tierras y un par de ríos que había que vadear. Y la verdad, había barro, el camino no estaba muy cuidado, pero de ahí a peligroso... creo que hay bastante. Es más, el único momento peligroso fué al final, para salir del parque, que había que cruzar un río, y como no queríamos mojarnos (recordando tiempos en el Parque Corcovado de Costa Rica vadeando un río 40 veces), pues nos las apañamos con una maderita. Así cruzamos por un puente (no muy seguro) hasta una piedra central con nuestras mochilas, para luego trasladar el puente a la otra mitad del río y seguir. Salió bien... como podía haber salido muy mal y llevarnos más de un disgusto.
Seguimos caminando, y encontramos un camino de carros. Estábamos cansados, sin comer, bajo la lluvia que empezaba, y ya con el atardecer ya acabado y casi sacando los frontales para caminar. Subíamos una cuesta interminable, y justo frente a un cartel que ponía "Cuesta de los lamentos", había algo medio llano. Ahí acampamos. No era fácil, ya que no hay lugar llano, y todo está embarrado, con piedras, ramas, ... pero esto era lo menos malo, así que ahí nos quedamos. La montamos y sin ganas de cocinar, empapados, en una tienda pequeña, durmiendo dos... dormimos (que no descansamos). Al día siguiente, levantamos, recogimos, todavía todo empapado y seguimos camino hacia arriba. Resulta que a 500 metros estaba la garita de entrada al parque, con mesas, y lugar para acampar (aunque seguramente nos hubiera costado más dinero).
Así que nada, caminamos hasta la carretera principal unos 4 kilómetros más, y ahí tras cambiarnos de camiseta y engañar un poco nuestro olor corporal subimos al microbús que nos llevaría al pueblo principal: Boquete. Menos mal que nos echamos desodorante, porque si no en el microbús... hubiéramos flipado. En Boquete, hicimos lo primero que había que hacer: desayunar. Y tras eso un bus de vuelta hacia David.
De David a Panamá, son como 7-8 horas, y pasa la Panamericana, así que caminamos hacia la salida para pedir autostop. Pero... fué imposible. Pocos camiones, no mucho tráfico... nadie paró, y cuando queríamos parar los autobuses ni éstos paraban. Pero finalmente, un bus paró, y nos subimos, realmente agotados por el no comer, el calor, la humedad y el cansancio.
Ya de noche, llegamos a Ciudad de Panamá. Ahí íbamos a casa de Oscar, y para llegar había que agarrar un taxi. Sabíamos que el precio eran unos 2,50 dólares. Pero al vernos con mochilas todos pedían 5. Les decías que les dabas 2,50, y parecía que se enfadaran de ver que un gringo sabe las tarifas!!!
Ahí llegamos, a casa de Oscar, y por fin un hogar. Para colmo, descubrimos Oscar y yo que no nos conocíamos antes, que vivíamos a 2 cuadras, y que estudiamos en el mismo colegio e instituto, o sea... como de toda la vida. Ducha de agua caliente, increíble (no recordábamos cuando fue la última vez con agua caliente). Y nada, pasamos los días con relax: bañándonos en la piscina del bloque de departamentos en el que vivía y visitando la ciudad: el casco viejo, los mercados, algún museo sobre el país y el canal, la conexión que hicieron con tierra entre varias islas para proteger el Canal del oleaje (construído con la propia tierra extraída en la construcción del canal), en el casino (jugando a la ruleta y al blackjack mientras las putas -en su mayoría colombianas y operadas de las tetas- se te acercaban, y mientras la camarera te daba de beber gratis), ... en fin, 5 días de tranquilidad, con calor, y durmiendo con aire acondicionado, en una ciudad en la que solo se ven rascacielos, pero si empiezas a caminar ves que entre rascacielo y rascacielo hay casas bajas, donde vive la gente humilde, que ve como su país, antes invadido por los gringos, ahora se ve invadido por todo el mundo, con una especulación inmobiliaria que te la regalo.
Obviamente, uno no puede moverse caminando por tan grande ciudad, pero bueno, entre negociar taxis, y los amigos de Oscar que nos llevaron a conocer lugares y sobre todo pudimos disfrutar de esa gran obra de ingeniería histórica ya, el Canal de Panamá. Es increible ver como un barco de semejante tonelaje, es ascendido o descendido, según la dirección 16 metros puramente con la fuerza de la gravedad del agua... y todavía es más increíble el pensar que esto fué construído hace casi 100 años. Sobre el canal y sus historias... podría escribir un blog más, porque realmente es muy interesante toda la historia de como los franceses comenzaron, por qué lo dejaron, y como Panamá utilizó eso para independizarse de Colombia dando el canal a EEUU, los cuales practicamente se adueñaron de parte del país hasta 1999, cuando por fin, el canal volvió a manos de Panamá. Y eso por no hablar de la historia de Panamá, de la cual justo estos días se cumplió 20 años de una invasión de EEUU para quitar a un dictador que ellos mismos habían puesto... como dice la canción de Reincidentes, la historia se repite.
En fin que no me lio... feliz año!!
-------------------- El Viajero ----------------
Nacido en Pamplona, capital del viejo Reyno de Navarra. Con 25 años, para algunos muy tarde para algunos muy pronto... decidí varias cosas: Me encontraba inmerso en un estilo de vida que no me satisfacía plenamente, ya que daba igual que tuviera 25 años o que tuviera 50, iba a seguir haciendo lo mismo, y con lo mismo para contar cada día. Así, que empaque la mochila ... y partí un día 6 de octubre de 2005 hacia Buenos Aires, donde empecé algo... que no se cuando acabará. Mi objetivo principal es VIVIR, y a la vez, sentirme vivo. Viajar... una forma de vida. No consiste en llegar a un lugar, sino disfrutar de cada segundo del camino, cada lugar, cada persona, cada grano de tierra, cada atardecer como si fuera el último y el más lindo... Y en eso consiste mi viaje, no llegar a ninguna parte... vivir viajando; al fin y al cabo, VIVIR. Y desde aquel momento, me considero la persona más feliz del mundo, con una riqueza inmaterial que nadie me puede quitar y nadie puede comprar, que no depende de nadie. Como una vez leí, las cosas verdaderamente buenas de la vida, no son cosas ni tienen valor. Aprendo, vivo y disfruto; entonces ¿por qué parar de viajar?
jotikass@gmail.com
martes, diciembre 22, 2009
Pura vida, que nos vamos para Panamá
Llegamos a Cahuita, como decía un pueblito medio hippie, sin muchas prisas, en donde lo principal es surfear (con lluvia... no quisimos) y caminar por el parque nacional Cahuita (con lluvia.. no nos quedaban más cojones). Así que valiéndonos de esa gran frase Costarricense, que la usan constantemente... vimos que estaba lloviendo y dijimos: pura vida, nos vamos para el parque.
El parque... es el único que pagas lo que quieres para entrar. Cuando el ministerio decidió poner 10 dólares de entrada a cualquier extranjero a cualquier parque, los habitantes de Cahuita se amonitaron a la entrada del parque, consiguiendo que en esta entrada permitieran entrar con la voluntad, a pesar de que el ministro decía que así, los parques nacionales iban a acabar de mochileros drogadictos y mendigos. Hombre, marihuana había mucha por ese pueblito, pero de ahí a drogadictos...
Lo caminamos, viendo algunos monos, vegetación, viendo la costa... y tras unos 10 kms, ya salimos y nos volvimos a encontrar en la carretera, para llegar a nuestra siguiente parada: Puerto Viejo de Talamanca.
Ahí nos alojamos en un lugar que es como el típico lugar para gringos. A las afueras del pueblo, a la orilla del mar con olas para surfear, y con bar, restaurante, música en vivo a las noches, hoguera en la playa todas las noches... el sitio no era una maravilla de orden y limpieza, pero era barato. Ah, y el sitio en el que dormíamos, le llamaban el campo de concentración porque tantas hamacas juntas... no parecen otra cosa. En nuestro barracón, unas 60 hamacas. Y había más barracones...
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wouaaahh that sounds so nice, interesting and wild !
ResponderEliminarbecause of you i would like to visit Central and South america ! :)
Any way be careful and maybe we'll see in Pampluna ? ;)
hasta luego
Marie W.