-------------------- El Viajero ----------------

Nacido en Pamplona, capital del viejo Reyno de Navarra. Con 25 años, para algunos muy tarde para algunos muy pronto... decidí varias cosas: Me encontraba inmerso en un estilo de vida que no me satisfacía plenamente, ya que daba igual que tuviera 25 años o que tuviera 50, iba a seguir haciendo lo mismo, y con lo mismo para contar cada día. Así, que empaque la mochila ... y partí un día 6 de octubre de 2005 hacia Buenos Aires, donde empecé algo... que no se cuando acabará. Mi objetivo principal es VIVIR, y a la vez, sentirme vivo. Viajar... una forma de vida. No consiste en llegar a un lugar, sino disfrutar de cada segundo del camino, cada lugar, cada persona, cada grano de tierra, cada atardecer como si fuera el último y el más lindo... Y en eso consiste mi viaje, no llegar a ninguna parte... vivir viajando; al fin y al cabo, VIVIR. Y desde aquel momento, me considero la persona más feliz del mundo, con una riqueza inmaterial que nadie me puede quitar y nadie puede comprar, que no depende de nadie. Como una vez leí, las cosas verdaderamente buenas de la vida, no son cosas ni tienen valor. Aprendo, vivo y disfruto; entonces ¿por qué parar de viajar?
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domingo, marzo 14, 2010

Por el sur de Colombia, entre tinticos, cordilleras y sancochos

Habíamos atravesado Ecuador. Un país en el que apenas pensábamos pasar unos días, y en el que estuvimos casi 20 días. Increíble, y con muchos recuerdos: las cabezas tzantzas hechas por los indios Shuar, el gran río Guayas, los surfers y la fiesta de Montañitas, el encanto de Baños, Otavalo y sus indígenas, el juego de Pelota... y mucho más. Pero ya tocaba entrar a un nuevo país, Colombia.

Es extraño, la gente que no ha estado jamás en Colombia, nos advertía de miles de peligros e incluso nos recomendaba no ir. Sin embargo, la gente que había visitado Colombia nos repetía el slogan publicitario del país: "El riesgo es quedarse". Y se afanaban en contarnos de la calidez de la gente, de sus paisajes, de su rumba, ... Obviamente, la decisión estaba tomada e íbamos con todas las ganas a conocer Colombia (a pesar de que a mi madre no le haga mucha gracia).

Esa emoción de entrar a Colombia nos provocó el primer problema, el que nos engañaran un dolar o dos con el cambio. Pero bueno... por lo que hemos oido, es algo que ha pasado a casi todos que han entrado a Colombia por Ipiales, o sea, fuimos reboludos. Y ahí, el primer dedo funcionó rápido, que nos adelantó hasta la salida de Ipiales hacia Pasto dando un paseo turístico. Pero ahí ya no nos levantaba nadie. Y tras un rato, tuvimos que viajar en bus. Dijo 5000 y pagamos 5000. Fue la primera y última vez que pagamos en Colombia lo que nos pedían, y eso que fué un precio normal.

Llegamos a Pasto, y ahí comencé a disfrutar todavía más, con el regateo de los precios POR TODO. Nos dijeron que peleáramos hasta el precio de una botella de agua. COnseguimos una habitación para 4 por el precio de 2; buen comienzo. Y tras pasear al día siguiente por Pasto volvimos a salir a la ruta.

Quisimos introducirnos en la sierra, a un poblado llamado Mocoa, conocido por el control guerrillero de los alrededores, pero no pasaba ningún coche para llevarnos, así que finalmente, tras negociar y rechazar un muy buen precio en bus, decidimos seguir hacia el norte por la ruta principal en dirección a Popayán, para lo cual un taxista que nos contaba de sus historias trabajando en laboratorios de coca nos llevó a la salida.

EL pasaje de bus eran 25.000, y tras un tipo que nos acercó al peaje cercano, conseguimos bajar el precio a 5000. Increíble, porque además viajábamos solos en el bus. No ganaron ni para la gasolina, ya que eran 5 horas de ruta de montaña. No entiendo.

Llegamos a Popayán de noche, y fue perfecto, ya que el centro es de un estilo muy colonial, todo pintado de blanco y con una iluminación que le daba un encanto mágico. Nos habían recomendado un hostel, pero pedían 15.000 por cada uno... así que una chica nos orientó hacia una calle más económica y conseguimos dormir los tres por 14.000 (y con televisión en el habitación).

Estuvimos dos noches en Popayán, antes de seguir hacia San Agustín, lugar conocido por tener unas importantes ruinas, las mejores del país y unas de las mejores de sudamérica, pero que por el precio no visitamos. Nuevamente, nos costó llegar (en tiempo), ya que tiramos dedo pero nadie iba en esa dirección. Mientras estábamos ahí, un policía nos relató como le habían disparado hace 2 semanas por donde nosotros íbamos... y luego un coche nos dijo que ni se nos ocurriera ir a dedo, que era muy peligroso y bla bla bla... estas historias provocaron que Virginia se preocupara un poquico y prefiriera no viajar a dedo; y más aún cuando el coche que conseguí parar nos dijeron que eran 2 militares que iban al último pueblo con asfalto, a 30 minutos, a unas aguas termales.

Nos dijeron que no había problema, que eso era reseguro... y fuimos (bueno, teniendo en cuenta la velocidad a la que viajamos... casi volamos). Y de ahí, no pasó ningún coche. Llego el bus... negociamos... y nuevamente por menos de la mitad del precio, viajamos hasta San Agustín, donde encontramos un lugar para acampar.

Hermoso, mágico, ... son adjetivos que se quedan cortos para definir lo que San Agustín me transmitía. Me hubiera quedado mucho más y seguro que volveré, ya que la lluvia no nos permitió conocer todo lo que quería. Volveré, seguro. Y de ahí, a Cali. No hubo opción de viajar a dedo (nuevamente), y subimos a un bus, que por buen precio nos llevaría a la capital de la salsa y las chicas lindas (según el propio folleto turístico de Colombia). Estábamos preocupados porque el dedo no había funcionado como esperábamos en el sur, pero siendo tres y con un par de personas que nos dijeron que ahí era complicado por las situacíones pasadas mientras nos alentaban que en el norte era más fácil, estábamos esperanzados. Sobre Cali... también íbamos esperanzados (yo principalmente), porque si el atractivo turístico de una ciudad son sus mujeres... tienen que ser algo sobrenatural!!!

Estuvimos un par de días y no vi muchas de las esperadas caleñas. Como curiosidad, aunque no me gusten los zoológicos, conseguimos entrar gratis, pasando como periodistas y fotógrafos, y así ahorrarnos los 5 dólares que valía la entrada.

La salida de Cali la hicimos rumbo a Armenia, ya en el triángulo cafetero, y nos costó más llegar a la salida de la ciudad en el metrobús, que alguien nos levantara hasta Buga, lugar donde visitamos el Cristo de los milagros. Y de ahí, tras comprar algo en el centro comercial y ver en 10 minutos chicas mucho más lindas que en Cali en 3 días, seguimos hacia el norte. Nos levantó un tipo hasta Andalucía, pero de ahí no conseguimos seguir, así que tuvimos que caminar hasta el centro del pueblo a buscar donde dormir. La policía no fue de gran ayuda, la Iglesia nos la cerraron... así que fuimos a los bomberos. NOs ofrecieron montar la carpa en un jardincito que tenían. Perfecto!!! Pero cuando estábamos por empezar a armar, nos dijeron que igual mejor ir a dormir a la escuela en construcción que estaba enfrente. Y bueno, ahí teníamos techo, porque se veía venir la lluvia. Y ahí fuimos, durmiendo como reyes, con baño y todo!!!

Al día siguiente, seguimos rumbo hacia el norte, pero el dedo era complicado. Una moto se ofreció a llevarme, pero como no tenía casco y hay muchos controles de policía estos días, lo desechamos. Hay muchos controles debido a que el 14, hay elecciones al congreso y al senado. En fin, que de Andalucía, pasamos por cerca de Sevilla (no es broma) para llegar finalmente a Armenia. No teníamos mucho interés en la ciudad, así que nos fuimos a un pueblito en la sierra del que nos habían hablado muy bien: Salento. Y la verdad acertamos.

Salento es un pueblito pequeño, a los pies del P.N. Los Nevados, con cafetales cercanos, y una tranquilidad que necesitábamos tras los días en Cali. Además el pueblo era lindo, y tenía lugares para caminar y pasear... y eso hicimos, escapando así de la locura de las elecciones. Vimos hermosos valles en los que destacaban las Palmas de Cera, árboles de unos 50 metros que son el árbol nacional de Colombia. Y eso, entre cascadas, miradores, algunos animales... y un rico tintico (café) en lo alto de la montaña.

Y otro día, nos fuimos a visitar un parque cafetero, con Don Elías, un fuera de serie del que aprendimos mucho no solo sobre café sino sobre muchas más plantas. Y sobre la vida, conversando con él y su señora mientras degustábamos un tinto recién molido por nosotros mismos.

Relax...y a pensar en el futuro y próximas rutas, pero Colombia invita a quedarse mucho más. Hay peligro, sí muchísimo, a quedarse.

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