P.N. Ordesa y Monte Perdido
Una semana me fuí al P.N. Ordesa. Mis amigas de Praga, me contaban que ellas habían estado, y yo hacía muchísimo tiempo que no estaba, así que aprovechando unos días de sol, fuí hacia allá, en busca del Monte Perdido. El primer día, bien, pasando por la cascada Cola de Caballo, y a pesar de elegir caminar por una ruta alternativa, llegamos sin problemas al refugio, donde cenamos y dormirmos, tras darnos una rápida ducha con el agua semihelada que venía del glaciar. Al día siguiente, decidimos que era imposible subir a la cima del Monte Perdido, puesto que había que pasar por un paso que tiene la dudosa fama de ser el más mortífero de los pirineos: más de 60 muertos en 30 años; y nosotros no llevábamos los crampones necesarios para hacerlo. Así que nos informamos de otra ruta atractiva, y tras confirmar que nos daría tiempo de sobra, allá fuimos. Pasamos por el lago congelado, y nos desviamos hacia la Brecha de Rolando, cuya leyenda dice que es sobrino de Carlomagno (Roldán), la hizo con una espada (de todas formas, tendría que haberlo echo años antes de que los Navarros les ganáramos y le matáramos en la épica batalla de Roncesvalles... jeje).
El asunto es que según las indicaciones del encargado del Refugio, toda la caminata nos iba a costar unas 8 horas. Es por eso que iniciamos la caminata a las 8 de la mañana. Calculamos que el sol se iría a las 18 horas, así que teníamos dos horas de margen. Y todo iba según los calculos previstos... hasta después de la Brecha de Rolando. Ahí ibamos a ir por la Faja de las Flores, pero al llegar al desfiladero, vimos que íbamos 15 metros por arriba y no se podía bajar. Bueno, pues acortamos campo a través... y ahí empezó la odisea; porque después de una montaña, siempre hay otra, y otra... y así fué como cuando el sol se fué, a las 19 de la tarde, estábamos en un cerro a 2800 metros de altura, deshidratados (llevábamos más de 2 horas sin agua), y cansados. Pero bueno, con paciencia y tranquilidad, con un mapa, un par de linternas, y la siempre presente y necesaria intuición, fuimos avanzando. Unas paredes que dan vértido bajarlas de día, estando de noche no había problema porque no veíamos el desnivel. Lo único que veíamos ocasionalmente, eran unos ojos brillantes en la oscuridad, propiedad de algún animal.
Poco a poco, fuimos avanzando, y en la oscuridad llenamos nuestras cantimploras con nieve, que nos serviría para quitar un poco la sensación de sed, aunque fuera una sensación de placer momentanea. Y a las 12 de la noche, tras 5 horas caminando por medio de la montaña, conseguimos llegar a donde teníamos el auto aparcado. El parking del parque estaba cerrado, así que a dormir en el coche, encendiendo el motor cada 40 minutos con el objeto de poner la calefacción; y es que, la temperatura rondó los 5 bajo cero, y el frío y el cansancio apenas nos dejaron dormir.
Amaneció pronto, y en cuanto se abrió el parking, arrancamos el auto y nos fuimos. Desayunamos en un bar, algo caliente, que hacía falta; y continuamos el camino de vuelta, parando en las famosas Termas del Pantano de Yesa. Antiguamente en ese lugar había unas termas, que quedaron bajo el agua al construir el embalse, pero cuando el nivel de agua de éste está bajo, se pueden disfrutar. Ahí nos bañamos y relajamos tranquilamente, y después... a casa, buena comida y a descansar.
Por Aquitania Francesa
Llegó mi amigo Enzo de Chile, que tan bien me había acogido en su casa durante 3 semanas que estuve haciendo un curso de Parapente. Él había llegado a Madrid, y su destino era Burdeos, para de ahí irse una temporada a París. Puesto que Pamplona está entre Madrid y Burdeos, paró a visitarme.
Tras un día recorriendo mi pequeña ciudad, y disfrutando de sus pintxos, al día siguiente fuimos hasta Burdeos, capital de la región de Aquitania, que tuvo un importante puerto en el comercio de esclavos y de vino, y con un aire burgués que se ve en sus casas y calles. Tiene una de las plazas más grandes de Europa, la Esplanade des Quinconces, y entre muchas construcciones como el teatro, la plaza de la bolsa... fuimos caminando hacia la zona de más mestizaje, la zona de la iglesia de Saint Michel, donde comimos un buen kebab. Tras esto, caminamos a encontrarnos con la amiga de Enzo, y yo iniciaría mi lento viaje de vuelta hacia Pamplona.
La siguiente parada fue en Bayonna. Ciudad hermanada con Pamplona, en la que su traje típico es también la ropa blanca con un pañuelo y faja roja. Es una zona, tanto Bayonna como los pueblos de la costa de esta zona francesa, hermosa. Con casas de un estilo que me parece super atractivo. Con los marcos coloreados de verde o rojo, casas de piedra con elementos de madera, aparentando ser pueblos cuando son ciudades con todos los servicios, ... Aparte, al estar cerca de la frontera uno no tiene tanta sensación de extranjero. Aparte, a falta de saber francés, no había problemas en hablar en Euskera, que mucha gente habla.
Seguí por esa linda costa, pasando por lugares tan turísticos como Biarritz o Hendaya. En Biarritz, lugar de surf, grandes bulevares, con el casino, y el Hotel du Palais, que debía ser el lugar de retiro predilecto de Napoleón III. Otros pueblos como Saint Jean de Luz... y de nuevo en Navarra.
Recorriendo parte de las Castillas
No había mucho que hacer en Pamplona, con los amigos trabajando todo el día, y con unos días de lluvia que poca oportunidad más dejaban... así que predispuesto por una meteorología sin lluvia en el centro del país (que no me iba a librar del frío), me lancé a conocer una serie de lindas ciudades que se encuentran en las Castillas; Castilla y León, y Castilla La Mancha. Todas Patrimonio de la Humanidad, amuralladas, y en las que se puede hacer un curso de la historia de España insitu. Desde los romanos, a los visigodos, luego los árabes, para acabar siendo todas una con los Reyes Católicos.
Empecé por Segovia, conocida fundamentalmente por su acueducto de más de 700 metros de longitud y con 163 arcos.. Cuenta la leyenda que una mujer iba todos los días hasta el lugar en el que nacía el río con su cántaro a buscar agua. Un día se le apareció el diablo, y le ofreció hacerle un acueducto a cambio de su alma y de su amor de por vida. Ella, desesperada de tanto ir a por agua, aceptó, siempre y cuando acabaran antes de que cantara el primer gallo, si no... ella no le daría nada al diablo. Resulta, como es previsible, que al cantar el gallo, faltaba una piedra por poner, así que la mujer se quedó con su alma y con su acueducto, y el diablo... pues se fue.
Ahora parece ser que se convirtió en un lugar para suicidarse con clase... así que han vallado sus accesos. Pero aparte del acueducto, el centro de Segovia es hermoso, con sus callejuelas, sus murallas, y como toda ciudad, su catedral construída entre el 1525 y el 1678. Y siguiendo el paseo por Segovia, llegué al Alcazar, una construcción edificado en saliente rocoso, que parece inexpugnable, y parece un palacio de cuento de hadas. La pena que sufrió un incendio hace un siglo y tuvieron que reconstruirlo, con lo que perdió su encanto histórico, pero la verdad, hermoso.
Continué viaje hacia la cercana Ávila. Ciudad amurallada que se encuentra a 1100 metros de altura (la capital de provincia más alta de España). Su muralla es la mejor conservada de Europa, dicen, y tiene 2500 metros de longitud, con más de 90 torres y cerca de 2500 almenas. Construída en el siglo XI. Todo datos, de acuerdo, pero si no doy datos os digo otra cosa: es hermosísima!!! Pensar que hicieron eso hace diez siglos... Junto a la muralla, pegada a ella a modo de fortaleza está también la Catedral, con mezclas de estilos y acabada en el Siglo XIII. Al igual que en Segovia y que en el resto de ciudades, más que visitar lugares concretos, lo que más hice fue caminar por sus calles, dejarse llevar, perderse, imaginar como sería la vida hace diez siglos... soñar despierto.
Mi siguiente parada fue Toledo, una de las ciudades más hermosas de España y conocida como la ciudad de las 3 culturas. Habitada por romanos, conquistada por los visigodos para poner ahí su capital en el siglo VI, y fue durante la Edad Media uan ciudad en la que convivían cristianos, judíos y musulmanes. Todos dejaron muestras de su paso por la ciudad, con lo que en un paseo por su casco histórico es más que merecedor y enriquecedor.
Del Toledo Católico, destacar como siempre su Catedral, que en el siglo VIII fué la principal mezquita de la ciudad, aunque el edificio actual se acabó de construir en el S. XIII. Y el Alcázar, construído en lo alto de la ciudad, y que en origen fué una fortaleza que Carlos I decidió convertir en Alcázar Real. Con mala suerte, estaban de obras, así que no pude entrar, aunque tras ser destruído en la Guerra Civil, lo que se ve es una fiel reconstrucción.
Del Toledo Judío, merece la Sinagoga del Tránsito, del siglo XIV, en el que está el Museo Sefardí que permite entender un poco toda la cultura relacionada con los judíos y sus sinagogas.
Y sobre la parte Musulmana, sus callejuelas típicas, y la Mezquita de Bab al Mardum, construída en el año 999. Tras la conquista cristiana, se puso un cristo en su interior y se tapió la puerta para que no entraran los árabes a profanarla. Resulta que 300 años más tarde se abrió la puerta y seguía encendida una lamparilla que se olvidaron dentro al tapiar la puerta. En fin...
Y mi siguiente parada, tras visitar la linda ciudad de Toledo, fué Cuenca. Para llegar tuve que atravesar parte de Castilla la Mancha, entendiendo un poco más al Quijote. Comprendiendole por qué acabó loco por ese paisaje de colinas, en las que hoy en día pelearía contra aerogeneradores que sustituyeron a los viejos molinos. Y llegué a Cuenca, situada originalmente en lo alto de unas rocas, rodeada por dos ríos. Ahí se encuentra el casco histórico, en el que al pasearlo al atardecer, uno se da cuenta que está muerto, no hay ni siquera luces en las casas. Eso sí, las fuentes y sus continuas calles en cuesta hermosas; por no hablar de sus miradores sobre ambas foces formadas por los ríos que rodean la ciudad. Y al día siguiente, para acabar la visita, tras visitar la catedral, me dirigí a ver lo más típico de la ciudad: las Casas Colgantes. Casas del Siglo XV, construídas sobre el borde del precipicio y que dan sensación de que en cualquier momento se van a caer.
Cerca de Cuenca pasé a visitar un lugar, que de pequeño, en la escuela, siempre lo había oido como uno de los atractivos de la ciudad. La Ciudad Encantada. No es más que una zona natural, en la que predomina la piedra caliza, y el paso del tiempo ha ido creando una ciudad de piedras, en las que te dicen que una piedra representa algo, y bueno, con más o menos imaginación se ve. Muchas piedras, rodeadas de bosques de pinos.
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