De la montaña, a la costa, para subir a la montaña y acabar en la jungla... de asfalto, Lima

Llegué a Leymebamba, un pueblito pequeño y donde conseguí (sin regatear el precio) uno de los alojamientos más baratos de todo el viaje. Luego descrubrí que no tenía agua caliente, y eso en las montañas... se nota. Fue rara mi estadía, porque la razón principal era ver el Museo de las Momias, pero justo cerraban el lunes, así que debería estar un par de días. Y mientras pensaba eso, se me ocurrió irme a la Laguna de los Cóndores. Un lugar lejano, caminando, en el que encontraron esas momias, y en las que todavía hay más. Lo que ya no hay son cóndores. Y yo quería ir, pero como estaba medio húmedo el tiempo, quise comprar gas para cocinar, pero nadie sabía que era lo que yo quería; además me dijeron que eran 12 horas en caballo y que era obligatorio un guía, así que nada... decidí no ir ni a la laguna, ni esperar hasta que abrieran el museo, siguiendo así mi camino hacia Celendín por una linda ruta de montaña (y no muy fiable). Y todo esto... en medio de una gran tormenta de agua. Yo no hacía más que pensar lo que hubiera hecho caminando 12 horas hasta la laguna bajo esa lluvia. Pero bueno, ahí estaba viajando en el mismo bus que el alcalde de Chachapoyas, y sentado junto a su cuñado, con una charla amigable.

Y yo me bajé en Celendín. Realmente no hay mucho que hacer en este pueblo, excepto mirar sombreros. Es la ciudad de los sombreros y los hay de todo tipo. Un señor me explicaba que el sombrero es lo más útil del mundo: podés llevar grano o fruta en él, sirve para beber agua, sirve para protegerte del sol, de la lluvia e incluso del frío, sirve para saludar, y para golpear, sirve para mostrar respeto al quitárselo y según él incluso para enamorar! La verdad... que eran lindos, todo el mundo, hombres y mujeres llevaban uno.

Siguienta parada fue Cajamarca, la ciudad en la que estuve gozando uno de los mejores carnavales de mi vida, quizás el mejor. Pero esta vez quería ver la ciudad sin agua y sin pintura y sin tanta gente. Y tal y como me imaginaba, me encantó... la anterior vez me había gustado, pero ahora... incluso más. La ciudad en la que los españoles y la Iglesia demostraron (si no estaba demostrado antes) en qué consistía su conquista de américa. Acá fué donde asesinaron al último jefe inca, Atahualpa. Le citaron para negociar, y él creyó en la palabra, pero cuando llegó lo metieron preso. Para liberarlo, éste les ofreció una habitación llena de oro y dos de plata, y los españoles contentos. Pero cuando le iban a liberar le querían cristianizar antes, así que le dieron la biblia. Obviamente él no entendía nada, y tiró la biblia, así que le acusaron de Herejía y lo mataron. Este es el resumen de la conquista española, engañar al indígena (sea inca, maya, azteca, ...) y llevarse su oro; la iglesia hace el resto... En fin, a todo esto, el único resto inca que queda en Cajamarca es la habitación del rescate, y allí fuí, por lo menos a verla... aunque no es gran cosa, pero la historia es la historia.

Volví al lugar en el que había salido a dedo con Fer y Vir en nuestra anterior visita, y tras esperar un rato conseguí alguien que me llevó hasta Chilete, donde me quedé varado ya que la ruta estaba cortada porque el presidente Alan Garcí inauguraba un puente. Así que nada... esperar... y luego seguir viajando hacia Trujillo, llegando a media tarde. Y ahí me esperaba un amigo que me alojó en su casa. En Trujillo ya había estado, así que mi idea era sencilla... dormir, pasar un día visitando , las grandes ruinas, y seguir hacia Huaraz. Las ruinas... son increíbles. Compiten con Kuelap el "título" de Machu Pichu del norte. Éstas están a orillas del mar, bueno, mejor dicho, cerca del mar, porque no vi el mar. Y son echas en su totalidad por arena. Lo cual demuestra que acá no llueve mucho. Hay zonas restauradas, básicamente la ciudadela (aunque no entera), y es increíble. Muros de 2 metros de ancho... muchos detalles para adornar las paredes... la verdad que impresiona. No hay más que mirar las fotos. Así que ahí pasé un rato, paseando admirado, para volver a la ciudad y embarcarme en un bus nocturno rumbo a Huaraz, la capital de la Cordillera Blanca, la capital del montañismo en Perú.

Allí llegué tempranito, tipo 7 de la mañana y tras un desayuno típico y nutritivo (ají de gallina), fuí a casa de mi amigo que ya estaba despierto. Ahí conocí a Victor Hugo, una persona increíble. Es guía de montaña (bueno, a falta de un examen de escalada), pero lo mejor de todo es un apasionado de ella, la ama, la respeta... y lo transmite. Pero no es solo eso, es una persona con la que cada rato que compartí, cada palabra que oía era una lección. Un tipo que recuerdo con un cariño increíble.

Así que me indicó como hacer el trekking que yo quería hacer, y me fuí. Conocí la increíble laguna 69, con su colorido... para después irme por un camino alternativo y tener que acabar escalando en el circo de un glaciar, con rocas sueltas... y por consiguiente, la obvia caída de varios metros rodando. Y todo esto a 4.600 msnm. Volví a mi carpa, dejada en el lugar de acampada... y descubro que la vaca se había comido mi trapo limpiatodo, el cual le debió salir riquísimo debido a la gran combinación de sabores de todo tipo. Me subí a otro bus, y fuí a Vaquería, tras subir en la combi 1000 metros de desnivel en 9 kilómetros. Loco, no?? Luego los bajamos, con mi falta de aire... y ahí comencé el trekking en sí. Combinando lluvia con sol, pero la primera parte casi todo lluvia. Entre montañas con cerros nevados eternamente (hasta ahora), y subiendo poco a poco de altura. Para llegar a Pico de la Unión, en el cual se cruza a otro valle que para mí sería todo de bajada.

Nuevamente, lagunas hermosas, montes lindos, lindos valles y asombrosos paisajes... indescriptibles. Pero no todo fue tan lindo. La mano del hombre es la que ha dejado esto no tan lindo, y los encargados de cuidarlo, en este caso el Ministerio de Medio Ambiente, se dedica unicamente a una labor recaudatoria. Y me enoja... y así se lo hice saber, pidiendo un libro de reclamaciones que ni se esfuerzan en tener. 2 o 3 guardaparques en cada caseta de control, que no es más que un control recaudatorio, ya que en el interior, servicios... ninguno. Senderos convertidos en torrentes, sin señalización, partes con barro hasta la rodilla casi,... y los denominados Servicios Higiénicos, eran lo más antihigiénico que he visto, semiderruidos, con la mierda asomando por el hoyo... Y ni siquiera son capaces de darte un mapa del parque. En fin, mi enojo, como os imaginais... fue brutal. Estas cosas me enojan, que aprovechen tanto que el turista va... y le exprimen porque saben que no va a volver. Lamentable.

Volví, y tras desahogarme un poco charlando con mi amigo, compartimos una larga charla sobre la vida, para acabar por fin durmiendo en una cama. Lo de la ducha caliente tuvo que esperar ya que no le funcionaba el calentador.

Fuí a la salida de la ciudad, donde la policía me trató estupendamente, incluso invitándome a desayunar, para después subirme a un taxi compartido diciéndole que me habían robado y que no me cobrara. Y así, tras 3 horas en el maletero (bueno, ibamos: piloto, copiloto, 4 en los asientos, y 3 en el maletero), llegué a Pativilca, pasando de unos 3000 msnm al nivel del mar, de ahí, sin muchas complicaciones, Segundo, un camionero super piola me llevó hasta Lima, la capital.